El Final del Franquismo

El Príncipe Juan, delante de los restos del General Francisco Franco
Franco volvió a reafirmarse en sus posturas inalterables. Esto se puso de manifiesto en la elección del nuevo jefe de gobierno, cargo que recayó en Arias Navarro. De nuevo, había optado por una solución de autoritarismo y continuismo, defraudando cualquier esperanza de apertura.
Dos problemas tuvo que afrontar inmediatamente Arias: el orden público y la crisis económica, que se había abatido sobre el mundo capitalista a partir de 1973. A ello se añadía la sucesión de Franco, que se veía próxima, y la posible reforma del Régimen. En este último aspecto, el jefe del gobierno osciló, durante los dos años que gobernó, entre avances hacia el aperturismo y retrocesos al autoritarismo, con lo que consiguió no satisfacer a nadie.
Las primeras actuaciones del nuevo gobierno fueron una sorpresa. Cuando, despues de la muerte de Carrero, se esperaba una política de dureza, se anunció la promesa de la liberalización en un plazo breve de tiempo; fue entonces lo que denominó "el espiritu del 12 de febrero", fecha del anuncio de esta novedad. Este echo fue muy bien recibido por la opinión públicay la prensa, mucho más libre gracias al nuevo ministro de Información, Pío Cabanillas. La información ganó en veracidad y dejó de ser mero eco de las opiniones gubernamentales; opiniones de la oposición democrática clandestina comenzaron a aparecer en periódicos y revistas. Estos signos se acompañaron de una cierta tolerancia cultural: la férrea censura fue debilitándose. La oposición, exceptuandoel Partido Comunista, fue tolerada, aunque no legalizada.
Pero estos hechos alentadores se vieron desmentidos por otros dos de signo contrario. En febrero de 1974 estalló el denominado "caso Añoveros". Monseñor Añoveros, obispo de Bilbao, había publicado una pastoral en defensa del uso del vasco, por lo que fue arrestado por la policía en su domicilio. El Episcopado español y el Vaticano apoyaron al prelado vasco e incluso se rumoreó que el Papa, Pablo VI, preparó la excomunión de Franco si Añoveros era expulsado de España, posibilidad que estudió el gobierno. Este tuvo que rectificar poniéndolo en libertad, despues de haber empeorado las deterioradas relaciones con la Iglesia. Al mes siguiente otro suceso se sumó al despretigio de Arias: la ejecución del anarquista Salvador Puig Antich. La reacción, en toda Europa, fue repulsada por la no conmutación de la pena de muerte.
Las esperanzas depositasas en el nuevo gobierno se desmoronaron con estos dos acontesimientos. La situación se complicó durante el verano de 1974 a causa del agravamiento de la salud de Franco. Una tromboflebitis puso en peligro la vida del Caudillo. Ante ello, se promulgó el decreto por el que el príncipe Juan Carlos asumía las funciones de jefe de Estado. Sin embargo, quedaba la incertidumbre de si esta cesión sería permanente o temporal. Recuperado a las pocas semanas, Franco reasumió sus poderes en medio de la sorpresa general.
La incertidumbre del gobierno era clara, a la vista de un desenlace que no podía tardar. El Régimen se desintegraba, la oposición democrática actuaba cada vez más abiertamente. El cese del ministro Cabanillas por presiones de la ultraderecha, debido a su tolerancia con la prensa, fue contestado con las dimisiones solidarioas de un ministro y varios altos cargos de la administración, hecho insólito en la historia del franquismo. La crisis económica había aparecido ya claramente con el consiguiente aumento del malestar laboral. El terrorismo alcanzó la mayor virulencia de la historia del Régimen.
Don Juan de Borbón hizo unas declaraciones contrarias a Franco, por lo que se le prohibio la entrada en España. Y en julio de 1975 nueve militares fueron detenidos por pertenecer a la Unión Militar Democrática (UMD), asociación de oficiales partidarios de la democracia.
En agosto de 1975 se promulgó una nueva ley antiterrorista que ampliaba la posible aplicación de la pena de muerte. Al mes ya se habían dictado once penas de muerte en varios consejos de guerra. El Franquismo se volvía a enfrentar con la misma situación que en el Proceso de Burgos de 1970. Si aplicaba las sentencias se ganaría la repulsa interna y externa. Pero en esta ocasión creyó conveniente realizar un castigo ejemplar: cinco de los condenados (dos de ETA y tres del FRAP) fueron fusilados el 27 de septiembre, a pesar de las peticiones de clemencia del Papa, los obispos españoles y varios gobiernos extranjeros. Las manifestaciones se multiplicaron en todo el mundo, y el boicot contra España se extendió a todo tipo de actividades: económicas, culturales, etc.
En octubre, el dictador volvió a recaer en su enfermedad y después de una larga agonía falleció el 20 de noviembre de 1975. Su testamento político fue su último escrito. Refleja de nuevo sus ideales: catolicismo, patriotismo a la manera como él lo entendía, autoritarismo, falta de comprensión ante las ideas de democracia y libertad, e identificación plena entre España y él. Con él acabó la dictadura más larga de la historia contemporánea de España.
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